Sí. No. Depende. Puede ser. Los dos son hombres del siglo XX que componen versos.
Pero eso no es lo importante. Si has llegado hasta aquí es por dos cosas:
- conoces a Miguel Hernández, algo que te honra y te eleva al nivel de cuasi intelectual;
- te gusta el reggaeton. En tu fuero interno existe una lucha interna entre lo que crees que te debería gustar y con lo que verdaderamente disfrutas. Tranquilo, no estás solo.
El reggaeton se ha conformado como el estandarte de la música vacua, superficial, frívola e inerte. Son sus ritmos indicadores de basura con corcheas y auto tune. De incitación a lo bajo, a lo sucio, a lo carnal. Representante de las malas maneras. Pues bien, amigo. Nada más lejos.
El reggaeton es algo más: versos con rima consonante, figuras retóricas e imágenes plásticas por doquier. Protesta social camuflada con la percusión y los metales. El reggaeton proviene de un colectivo humilde con recursos limitados, sí. Pero con el mismo sentir existencial a la soledad, amor y muerte que cualquier otro colectivo cultivado.
Y quizás la aversión no es más que miedo a lo nuevo. A lo desconocido. A conectar con el instinto que nos devuelve a la naturaleza y nos arranca el almidón del cuello. El ritmo acelera el alma y las rimas el corazón. Quizás es demasiada sensación. Quizás el temor al movimiento interno nos hace rechazar unos versos que no difieren demasiado con los de principio de siglo:
Pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.
Sí, es un fragmento del poemario de Miguel Hernández. Sorprendido, ¿verdad?
Lógico. Al fin y al cabo nadie podría comparar al gran poeta español, mártir de su tiempo, con un jovencito que ha crecido entre enchufes y cables y timbales. No han sentido lo mismo, no ha vivido con la misma intensidad, no defienden con la misma testarudez sus convicciones. No son contemporáneos.
Y aun así, los dos sangran en sus versos. Y les duele escribir. Y desgarra el alma escuchar y leer. No hacen falta pautas, reglas, diccionarios para sentir. No hay instrucciones previas para el gozo o el dolor. El alma busca la manera de expresarse a través del arte.
Así que, querido lector, escucha, siente, canta, grita, disfruta el reggaeton. No te avergüences de reconocer que te apasiona. ¡Baila! Todos te miran.
Ya ves, yo soy poeta y también bailo.
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