A pesar de su nombre, las lenguas romances nada tienen que ver con el romanticismo. Conocemos como lenguas romances a aquellas que vienen del latín. Si bien es cierto que algunas de ellas son muy conocidas, existen otras minoritarias que también forman parte de la familia.
Índice del artículo
Origen de las lenguas romances
Aunque existen teorías variadas, todas están de acuerdo en que, para entender de dónde surge este grupo de lenguas, debemos remontarnos a la época del Imperio Romano.
Los romanos se expandieron, durante varios siglos, por España y siguieron hacia el norte de Europa, como a Francia e incluso los Balcanes, llevando consigo su lengua: el latín. Este idioma se impuso a los originarios en los lugares conquistados, entremezclándose en el proceso.
Esta mezcla de idiomas en cada zona es distinta, así como la propia evolución del latín durante los siglos, hizo que nacieran lenguas nuevas; las que hoy en día conocemos como lenguas romances.
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Lenguas romances en España
En la península, además del propio español, se hablan más lenguas romances, como los idiomas cooficiales: el catalán, el valenciano y el gallego. Pero también están el occitano, el asturleonés y el aragonés.
De hecho, el euskera es la única lengua cooficial de España que no proviene del latín y su origen, a día de hoy, sigue siendo un misterio.
Lenguas romances fuera de España
Las lenguas romances de fuera de España con más hablantes son el portugués, el francés, el italiano el rumano, por este orden. De todas ellas, es posible que el rumano sea la que menos similitudes tenga con el español, a primera vista. Esto es debido a que pertenece a la rama oriental de la familia de las lenguas romances y está muy influenciada por los idiomas eslavos de su alrededor.
Lenguas romances minoritarias
Aunque no sean tan conocidas como las anteriores, existe una gran cantidad de lenguas romances con un número importante de hablantes. Están el sardo (Cerdeña), el corso (Córcega), el ladino (Italia), el romanche (Suiza) y el Arrumano (Macedonia), entre otras muchas.
Incluso podemos encontrarlas fuera de Europa, por ejemplo, el criollo haitiano, en Haití, o el criollo seychelense, en Seychelles.
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