El Neolítico representa uno de los momentos clave en la historia de la humanidad, marcado por la transición de sociedades nómadas cazadoras-recolectoras a comunidades sedentarias basadas en la agricultura y la ganadería.
En la Península Ibérica, este cambio comenzó alrededor del 6.000 a.C., trayendo consigo profundas transformaciones económicas, sociales y culturales.
Características del Neolítico en la Península Ibérica
1. Agricultura y ganadería: las primeras comunidades neolíticas comenzaron a cultivar cereales como el trigo y la cebada y a domesticar animales como cabras, ovejas y cerdos. Esto aseguró una fuente estable de alimentos y permitió la creación de excedentes, un factor crucial para el crecimiento poblacional.
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2. Sedentarismo: con el desarrollo de la agricultura, los grupos humanos dejaron de depender de los recursos itinerantes y comenzaron a establecerse en aldeas fijas, lo que permitió el desarrollo de construcciones más complejas y permanentes.
3. Tecnología lítica y cerámica: el Neolítico trajo consigo nuevas herramientas, como hachas y azadas de piedra pulida para trabajar la tierra. Además, se desarrollaron las primeras cerámicas, útiles para almacenar alimentos y agua. La cerámica cardial, decorada con impresiones de conchas, es un rasgo característico del Neolítico ibérico.
4. Construcción de megalitos: en algunas regiones de la Península, se construyeron monumentos megalíticos como dólmenes y menhires. Estos monumentos no solo eran tumbas, sino que también reflejaban la organización social y el inicio de prácticas religiosas relacionadas con el culto a los muertos.
Principales asentamientos neolíticos en la Península
Uno de los primeros focos del Neolítico en la Península se localiza en la costa mediterránea y en el sureste. Aquí, se han encontrado importantes asentamientos como La Draga (Girona), uno de los primeros poblados lacustres de la Península, o Cueva de la Dehesilla (Cádiz), que destaca por sus enterramientos colectivos.
De igual forma, al calor de la cultura megalítica surgieron culturas neolíticas peninsulares fuertemente jerarquizadas como la del Argar en el sureste peninsular (III y II milenio a.C.), la de los Millares (Almería) o los dólmenes calcolíticos de Antequera (Málaga).
Cambios sociales y culturales del Neolítico
La transición hacia la vida sedentaria también significó una transformación en las estructuras sociales. El almacenamiento de excedentes y la construcción de aldeas más grandes propiciaron una mayor diferenciación social y la creación de redes de intercambio, que extendieron nuevas ideas y tecnologías por todo el territorio.
Este periodo también marcó el surgimiento de nuevas formas de organización comunitaria y el desarrollo de una incipiente división del trabajo, con algunos individuos especializados en ciertas tareas, como la elaboración de herramientas o la cerámica.
El Neolítico en la Península Ibérica sentó las bases para el desarrollo de las sociedades complejas que surgirían en los milenios siguientes. El sedentarismo y el control de los recursos agrícolas transformaron radicalmente la vida humana, permitiendo la aparición de nuevas formas de organización y estructuras sociales más avanzadas.
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